viernes, diciembre 30, 2005

Abel y el desierto (fragmento II)

-Cuéntame un cuento- decía él, acostado a su lado, con la espalda al cielo, con la mirada a la oscuridad con el humo en su aliento. -¿Qué cuento podría contarte? uno de amor, uno de guerra, uno de animales, uno de montañas, uno de dioses tal vez.
-Cuéntame el cuento de mi vida, el que todos han querido escuchar.
La inquietante sábana se movía, de repente los hombros desnudos, femeninos, casi hádicos se mostraban unidos a un cuello largo y terso. El color de los ojos en la oscuridad no se distinguía, sólo se observaba el brillo mítico en la penumbre de la alcoba. La lengua a los labios, los labios al vaso, el vaso al buró, el buró inmóvil.
-Llegaste de muy lejos, tu sangre viene de más allá de donde la arena se une con la montaña, la montaña con el desierto y el desierto con la selva. Vienes de donde nunca nadie ha dominado a la tierra, donde creen conocerla, pero de un momento a otro, la tierra come lo que sobre ella reposa. Creen dominarla, creen conocerla, pero no lo hacen, sólo su sangre la conoce, por que la sangre del pueblo al ser derramada también se vuelve tierra, desierto, montaña, selva y mar. Te llamas Abel, tu padre se llamó Abel, lo mismo tu abuelo, tu bisabuelo y así hasta el inicio de las naciones, hasta el comienzo de los tiempos. Tu madre se llamó Eva, sus nombres han sido depositados en la mujer y en el hijo. Todas las generaciones de tu pueblo se han llamado así, todas las generaciones de tu raza han vivido bajo el amparo de Dios; jamás han conocido el pecado, la pureza ha sido su estandarte. Vinieron y fueron, predicaron y conquistaron almas, llevaron muertos en sus espaldas, se convirtieron en amos y esclavos, buscaron el reino de la conciencia, el mundo de la pureza. Tú eres el último de tu especie, el que debe dejar su legado en su hermana, pero ella murió y ahora no sabes cómo seguir con tu estirpe. Nadie conoce el pecado en tu pueblo, todos han adoptado, como tú que también lo fuiste y tu hermana, y ustedes debían hacer lo mismo, pero ella murió y ahora no sabes cómo lograrlo, pues has pecado.
El cigarro a los labios, el humo al cielo, el cielo a Dios y Dios a los hombres; su mano a la de él, la mano de él a su cara, de su cara la lagrima, la lagrima a la almohada y la almohada al suelo. Ella volteaba a él, él con voz de pecado dijo:
-Lo que no sabes es mi verdadera historia, sólo el cuento que me envuelve.

jueves, diciembre 29, 2005

Diálogo de los amigos sobre la felicidad

El plato vacío parecía reflejar formas que con la luz se creaban. Zum, zum, zum... el ventilador en el techo de la cocina girando transformaba las aburridas sombras en juegos de luz y oscuridad. Una cuchara sonaba crispeante al fondo de la olla con agua hirviendo, el vapor se esparcía sobre las cuatro paredes que sobre el piso descansaban.
La mujer se levanta, de esa silla café, rústica, llena de recuerdos inmediatos; toma la olla, la vacía dentro de dos tazas, remoja después en una de ellas la bolsa pequeña de té, en la otra dos cucharadas de café, los aromas se encuentran en el aire y se reparten la habitación.
Sentados, la mujer y el hombre comenzaron la plática acerca de amores, latidos, lloriqueos, pasiones y otras cosas mas. Amigos partiéndose los cascarones para desnudar el alma o algo parecido, su conciencia.
-No amiga, no puedo seguir así, la gente que me rodea, vive apasiblemente comprometida con las complicaciones sus sencillas vidas. Creen todos que sus problemas son los más complicados y esperan ver que los demás como ellos se envuelvan en sufrimientos, en dolores, en preocupaciones que tal vez no valgan la pena. Que si el dinero, que si sus trabajos, los amigos, las preocupaciones de los amigos, todo se vierte en sufrimientos innecesarios.
-Pero es que así es la vida, no podemos existir sin enfrentar los problemas, sin buscar la perfección, sin querer compartirla, es la naturaleza de la vida.
-Tal vez tu visión sea justa, sea adecuada. Sin embargo, no puedo concebir un mundo de amargura, un sitio en el universo donde las criaturas vivan sin felicidad...
-Estás equivocado, no digo que el ser humano no pueda ser feliz, pero es difícil encotrar la felicidad. Por ejemplo en el amor, buscamos siempre lo inadecuado, encontramos más atractivo al que con rudeza vive que al que sobrevive con inteligencia, y los hombres igual, buscan a la mujer que posee el cuerpo estético más allá de la mente ávida, del corazón noble.
-Eso es. Ahí está la respuesta a todas tus inquietudes, yo prefiero una felicidad sin complicaciones, pero el ser humano, la raza en general piensa lo contrario.
-Dime qué piensa, dime lo que busca.
Los ojos de ambos se encontraron con mayor fuerza, el hombre tomó un sorbo al café, la mujer apagó su cigarrillo, el hombre fumó del propio, sonrió. Y dijo con voz aligerada, como dándose cuenta de su situación perfecta:
- La raza no opta por ser feliz en sencillez, prefiere la infelicidad compleja.

lunes, diciembre 26, 2005

Primer diálogo de los ancianos: Sobre las palabras de sabios e ignorantes, sencillos y pedantes.

Sentado frente a los sueños que caminaban por la avenida principal se encontraban los dos ancianos. Cielos púrpuras, vientos plateados, nubes cortadas por los humos de los edificios que como volcánes se levantaban. Árboles teñidos por los colores de lo eterno, sonidos de campanas y normalidad humana.
Los dos ancianos platicaban de la vida, de la muerte, de los verdaderos filósofos, de lo interesante de las artes muertas, de lo ridículo que resultaban los intelectualoides y sus palabras para llamar la atención, para hacer sentir a los demás que hablaban de cosas interesantes e importantes, superiores al resto de los humanos.
- Es normal -decía el más anciano de los dos- que bajo circunstancias especiales pero repetidas, los jóvenes de ahora usen palabras especiales que los hagan parecer cultos, inteligentes y llenos de una especie de descuido.
- Suena estúpido querer endurecer a la lengua, volverla difícil, creer que usando palabras rimbombantes sus diálogos tienen más peso.
Los dos ancianos eran ya seres casi muertos, apenas con el aire de vida por medio de la plática, iluminando sus ojos de vez en vez como imaginando o recordando lo que vivieron.
- Yo en más de una ocasión leí palabras rebuscadas, y es necesario afirmar que aunque sonaban inteligentes y con mucho conocimiento, no las recuerdo, sin embargo las palabras sencillas, las frases del pueblo son las que nunca he podido olvidar. ¿Quién sino un literato, un estudioso o alguien de letras recuerda las palabras de los grandes escritores? A menos que aquellos hayan escrito con calidez o sencillez.
- Amigo, es que es ese el punto, hablar de permanencía a veces es hablar de sencillez, y es de la experiencia que la sencillez nace; palabras como paradoja, inerte, sustancial, contextual, y otras similares sirven sólo para ocultar conceptos sencillos como: ignorancia, inútil, importante y otras más que si se usarán en su concepto básico, en la sencillez, no serían necesarias. Pero resulta que algún erudito en sus años joviales las utilizó para sonar inteligente y ahora su legado a los estúpidos de nuestros días y de los otros días es que ellos las usen creyendo que en principio el erudito las utilizó por conocedor temprano, sin saber que las usó pedante sin tacto.