lunes, diciembre 26, 2005

Primer diálogo de los ancianos: Sobre las palabras de sabios e ignorantes, sencillos y pedantes.

Sentado frente a los sueños que caminaban por la avenida principal se encontraban los dos ancianos. Cielos púrpuras, vientos plateados, nubes cortadas por los humos de los edificios que como volcánes se levantaban. Árboles teñidos por los colores de lo eterno, sonidos de campanas y normalidad humana.
Los dos ancianos platicaban de la vida, de la muerte, de los verdaderos filósofos, de lo interesante de las artes muertas, de lo ridículo que resultaban los intelectualoides y sus palabras para llamar la atención, para hacer sentir a los demás que hablaban de cosas interesantes e importantes, superiores al resto de los humanos.
- Es normal -decía el más anciano de los dos- que bajo circunstancias especiales pero repetidas, los jóvenes de ahora usen palabras especiales que los hagan parecer cultos, inteligentes y llenos de una especie de descuido.
- Suena estúpido querer endurecer a la lengua, volverla difícil, creer que usando palabras rimbombantes sus diálogos tienen más peso.
Los dos ancianos eran ya seres casi muertos, apenas con el aire de vida por medio de la plática, iluminando sus ojos de vez en vez como imaginando o recordando lo que vivieron.
- Yo en más de una ocasión leí palabras rebuscadas, y es necesario afirmar que aunque sonaban inteligentes y con mucho conocimiento, no las recuerdo, sin embargo las palabras sencillas, las frases del pueblo son las que nunca he podido olvidar. ¿Quién sino un literato, un estudioso o alguien de letras recuerda las palabras de los grandes escritores? A menos que aquellos hayan escrito con calidez o sencillez.
- Amigo, es que es ese el punto, hablar de permanencía a veces es hablar de sencillez, y es de la experiencia que la sencillez nace; palabras como paradoja, inerte, sustancial, contextual, y otras similares sirven sólo para ocultar conceptos sencillos como: ignorancia, inútil, importante y otras más que si se usarán en su concepto básico, en la sencillez, no serían necesarias. Pero resulta que algún erudito en sus años joviales las utilizó para sonar inteligente y ahora su legado a los estúpidos de nuestros días y de los otros días es que ellos las usen creyendo que en principio el erudito las utilizó por conocedor temprano, sin saber que las usó pedante sin tacto.

No hay comentarios.: