domingo, agosto 27, 2006

I.- El diablo

Eres el diablo– dijo con su mirada perdida, casi brillante; su voz se dibujaba en el vapor del invierno, sus ojos inocentes y llenos de vida se inmutaban ante el espectáculo que ella creía presenciar: el encuentro con un demonio.
¿Porqué dices eso? –le contestó silencioso, tranquilo como siempre, tal como las piedras que saben que existen por encima de la vida humana pero debajo de la existencia divina– un demonio no siente como yo, no aprecia este momento, este único momento que solamente tú y yo viviremos en una única ocasión. Si dejamos que este momento pase sin sentirlo o aprevecharlo es probable que no se repita nunca, no, no es probable, es totalmente real el hecho de que cada instante es irrepetible y que el desaprovechar esta ocasión es inútil pues no se repetirá.
Eres el diablo –insistió ahora dejando caer su mano en la del demonio y comenzando a besarlo– haces que todo lo malo parezca bueno y necesario para ser feliz.

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