domingo, agosto 27, 2006

I.- El diablo

Eres el diablo– dijo con su mirada perdida, casi brillante; su voz se dibujaba en el vapor del invierno, sus ojos inocentes y llenos de vida se inmutaban ante el espectáculo que ella creía presenciar: el encuentro con un demonio.
¿Porqué dices eso? –le contestó silencioso, tranquilo como siempre, tal como las piedras que saben que existen por encima de la vida humana pero debajo de la existencia divina– un demonio no siente como yo, no aprecia este momento, este único momento que solamente tú y yo viviremos en una única ocasión. Si dejamos que este momento pase sin sentirlo o aprevecharlo es probable que no se repita nunca, no, no es probable, es totalmente real el hecho de que cada instante es irrepetible y que el desaprovechar esta ocasión es inútil pues no se repetirá.
Eres el diablo –insistió ahora dejando caer su mano en la del demonio y comenzando a besarlo– haces que todo lo malo parezca bueno y necesario para ser feliz.

Soñando recuerdos

Mi primer recuerdo, el más puro de mi existencia, el menos tergiversado por mi experiencia, sucede en mi infancia, en el momento más bello de la vida.
Frente a un espejo me observaba y me reconocía por vez primera, era apenas un bebé. Tras de mí un cuerpo se dibujaba de sus rodilla a las caderas, una mujer me miraba, su mano me acariciaba lentamente y dejaba caer sobre mi cabeza pinturas, amarilla, azul y roja, corrían espesas gotas de mi frente a mis pies, sentado viéndome al espejo, me reconocía con los colores invadiendo mi cuerpo, después otra figura masculina se acercaba y de la mano tiernamente se alejaban de mí. Esa fue la última vez que miré a mis padres, ese mismo día murieron.