domingo, enero 01, 2006

Del humano y sus creencias, conocimientos y sapiencias. (fragmento)

¿Qué sucede con el ser humano que no puede ser independiente de lo que él mismo ha creado? Enjaulados en nuestra propia creación, dependientes de las herramientas que utilizamos. Y es obvio que no tiene nada de malo, sin embargo, ¿para qué quejarnos de lo que hacemos, de lo que creamos e inventamos?
Todos renegamos de lo que otros han hecho, de cómo nosotros hemos hecho esto y aquello y de la manera en que los demás lo harán.
Vemos a diestra y siniestra compradores y vendedores, creadores y creaciones, pero no vemos equilibrios. Aún cuando provenimos del caos, sin importar que existimos diaramente en caos, para caminar debemos perder el equilibrio, para sentarnos tenemos que romper la postura natural, para subsistir rompemos con el equilibrio de la tierra, quitamos, ponemos, construimos, hacemos a nuestro antojo y luego nos quejamos.
¿Dónde radica la maldad? ¿En el hombre, en sus pertenencias, en sus creaciones? Si el arma no es disparada no mata, pero no dejarán de morir personas, si el hombre reparte equitativamente la riqueza la pobreza dejaría de existir, pero no la muerte, si dejamos de ser corruptos, dejaríamos de vivir en miedo al otro pero no al más allá. Y la muerte no es más que un paso del que todos hablan, del que unos dicen que todo termina y otros que es el inicio de otra vida, o el paso para renacer, o mil cosas.
Otros que como estrellas de rock o intentos de seres libres de espíritu reniegan de sus raíces, de su vida, de lo que otros les hicieron creer y de lo que quieren creer. Patéticos seres diminutos que nunca serán conocidos más allá de sus círculos, no podrán ser recordados por el carnicero y el leñador, por el mecánico y el cargador. Claro que de la otra forma, el mismo intelectualoide y su diminuto grupo no recordarán al carnicero, sin embargo, ¿quién quiere ser recordado por un grupo de diez inútiles al mundo que por diez millones, pues por cada millón de personas hay un patético intelectualoide, y por cada cien millones hay cinco intelectuales reales.
¿De qué me sirve ser feliz si los demás son vacíos? ¿De qué me sirve? Tal vez uno en felicidad contrarreste a un mundo en amargura. No carezco de amistad, pero mi cantidad de amistad carece de amigos, mi bondad no es precaria, pero los bondadosos son mínimos, la honestidad es casi nula, aunque no carezco de honestidad.
Si alguien identifica un sonido claro con el viento en la cara mientras los aromas te invaden y tu tacto siente el extasis a la vez que pruebas la exquisites, y ves la gloria morirá, por eso cada sentido satura al resto al llegar a la catársis.
Usa uno a la vez que la gula no es un pecado, es un consejo, así como todo lo creado por el hombre, cada palabra sagrada en cada libro de cada profeta de cada país, de cada pueblo y cada individuo. Se volvío sagrado para legitimarlo, para nada más.
Sé feliz en sencillez, deja la infelicidad compleja para los estúpidos que creen tener verdades. Yo no sé siquiera si nada es lo que sé.

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