sábado, enero 21, 2006

Recuerdos de elemento

Duele, duele verte, arden los ojos de observarte tan vacía, tan llena de nada, tan incompleta. Y caminas, te observo, voy viendo tu camino, lo hacen las piedras, lo marca el tiempo, lo deja aislado, solo, sin cielos.
Cuéntame qué es lo que existe detrás de aquélla ave que caía en la arena estrellada por la sal y el agua. Dime si podrémos volar alguna vez, si dejarémos la necesidad de seguir en pie. No somos nada, eso lo sabemos, no queremos nada, eso lo sabemos, no tenemos nada, eso lo sabemos. El conocimiento no te da la seguridad de posibilidades, sólo la certeza de permanencia. ¿Qué es ese olor a fetidez que tras tus obras aparecen frente a mi?
Dicen que nadie puede vernos, que el verde opaco del jade nos protege, que la tierra, el barro que nos cubre, nos tapa como la piel de la serpiente entre las hojas caídas al suelo. Dicen que el maíz que nos forma hace que el aroma de carne se pierda, se vuelva planta, de vuelva aire y madera.
¿Escuchas la voz de la marea? ¿Ves el camino que se forma en la selva? ¿Tocas al jaguar sin miedo? ¿Hueles a la piedra sin encanto?
Somos únicamente alas de colibrí, veloces y frágiles, fuertes y hermosa, débiles y pequeñas, eternas y fébriles.
Somos piedras nada más. Somos el escupitajo del que cree ser poseedor de la verdad, del mal amigo, del mal andar, del mal sueño, del mal intelectual. Somos el enemigo del que todo posee, del que en la miseria vive, del que nunca puede regresar. Somos recuerdos, somos libertad, somos los últimos sueños, somos lo verdaderos, los de nunca, los de ayér.
Somos piedra de jade y jaguar.

sábado, enero 07, 2006

la puerta

La siempre estancia estaba en silencio, sólo dos personas dormían apacibles en el suelo. El gran cuarto tenía un techo laminado, retumbaban las gotas pues llovía desde dos semana antes de ese jueves. Alrededor, el verde se expandía de arriba a abajo, de izquierda a derecha, de Norte a Sur.
Los sembradíos siempre cercanos, motivo de los presentes, se tendían en colores variados, los rojos, cafés, amarillos, los puntos verdes que del suelo emergían. El encuentro de colores era infinita ahí en el punto más lejano de la tierra.
Era temprano, tan temprano que aún no se miraba el cielo. La oscuridad junto con la espesura de la lluvia transformaba la visibilidad en nula. A un lado, el fogón encendido; rojo vivo, tizne por todas partes, unos costales de alimentos, agua, papel y otras cosas de uso se encontraban sobre la única mesa improvisada de trozos de árboles talados, junto a ésta cinco sillas del mismo material.
Se levanta Alfonso, con sus veintitrés años temblorosos camina hasta la puerta que semiabierta, permitía entrar la corriente fría de aire combinada con la salpicadera de la lluvia que se estrellaba contra el corto camino de piedra. Entre tallones de ojos y bostezos Alfonso llega a la puerta la cierra y siente la humedad en sus pies callosos, endurecidos por el sol, la tierra y el agua, sus partidos pies únicamente similares a sus manos sienten lo frío del agua que se extiende.
–¡Mugre agua! Se metió todita; qué bruto la dejó abierta. –voltea a su alrededor y no ve a nadie más que a Valentín, aún acostado y tapado hasta la cabeza– mira nomás, estos carnales se fueron sin nosotros. ¡Vale! ¡Vale! ¡Órale, que ya nos dejaron!
Inmediatamente tras sus palabras se dirige a la mesa, donde el cántaro con agua se cubría con las danzantes sombras que creaba la luz del fogón. Valentín, entre gruñidos y maldiciones saca un poco la cabeza de las cobijas, mira hacia el techo, luego a su alrededor y comienza a levantarse lentamente. Chasqueando sus labios y estirando su cuerpo delgado pero corrioso se pone en pie.
–Oye tú, Poncho, ya ni la friegan. ¿Pos' que no ven que ni ha amanecido?

domingo, enero 01, 2006

Del humano y sus creencias, conocimientos y sapiencias. (fragmento)

¿Qué sucede con el ser humano que no puede ser independiente de lo que él mismo ha creado? Enjaulados en nuestra propia creación, dependientes de las herramientas que utilizamos. Y es obvio que no tiene nada de malo, sin embargo, ¿para qué quejarnos de lo que hacemos, de lo que creamos e inventamos?
Todos renegamos de lo que otros han hecho, de cómo nosotros hemos hecho esto y aquello y de la manera en que los demás lo harán.
Vemos a diestra y siniestra compradores y vendedores, creadores y creaciones, pero no vemos equilibrios. Aún cuando provenimos del caos, sin importar que existimos diaramente en caos, para caminar debemos perder el equilibrio, para sentarnos tenemos que romper la postura natural, para subsistir rompemos con el equilibrio de la tierra, quitamos, ponemos, construimos, hacemos a nuestro antojo y luego nos quejamos.
¿Dónde radica la maldad? ¿En el hombre, en sus pertenencias, en sus creaciones? Si el arma no es disparada no mata, pero no dejarán de morir personas, si el hombre reparte equitativamente la riqueza la pobreza dejaría de existir, pero no la muerte, si dejamos de ser corruptos, dejaríamos de vivir en miedo al otro pero no al más allá. Y la muerte no es más que un paso del que todos hablan, del que unos dicen que todo termina y otros que es el inicio de otra vida, o el paso para renacer, o mil cosas.
Otros que como estrellas de rock o intentos de seres libres de espíritu reniegan de sus raíces, de su vida, de lo que otros les hicieron creer y de lo que quieren creer. Patéticos seres diminutos que nunca serán conocidos más allá de sus círculos, no podrán ser recordados por el carnicero y el leñador, por el mecánico y el cargador. Claro que de la otra forma, el mismo intelectualoide y su diminuto grupo no recordarán al carnicero, sin embargo, ¿quién quiere ser recordado por un grupo de diez inútiles al mundo que por diez millones, pues por cada millón de personas hay un patético intelectualoide, y por cada cien millones hay cinco intelectuales reales.
¿De qué me sirve ser feliz si los demás son vacíos? ¿De qué me sirve? Tal vez uno en felicidad contrarreste a un mundo en amargura. No carezco de amistad, pero mi cantidad de amistad carece de amigos, mi bondad no es precaria, pero los bondadosos son mínimos, la honestidad es casi nula, aunque no carezco de honestidad.
Si alguien identifica un sonido claro con el viento en la cara mientras los aromas te invaden y tu tacto siente el extasis a la vez que pruebas la exquisites, y ves la gloria morirá, por eso cada sentido satura al resto al llegar a la catársis.
Usa uno a la vez que la gula no es un pecado, es un consejo, así como todo lo creado por el hombre, cada palabra sagrada en cada libro de cada profeta de cada país, de cada pueblo y cada individuo. Se volvío sagrado para legitimarlo, para nada más.
Sé feliz en sencillez, deja la infelicidad compleja para los estúpidos que creen tener verdades. Yo no sé siquiera si nada es lo que sé.