martes, agosto 09, 2005

Encuentro

Caminaba como siempre ha sido mi costubre a lo largo del callejón, donde se encontraban las esquinas perdidas entre la tinta y la cera. Observaba detalladamente las formas, los colores, la idea. Me perdía entre los murmullos de las palabras no formadas en el aire o en tu boca por ser tan destructivamente perfectas.
Consumí intempestivamente la taxonomía para saber que tú y yo articulábamos perversa y perfectamente. En el sonido de la lluvia te encontré, pálida como siempre, mirándome sugestiva, impetuosa, deseosa de estar en si misma. Ser acuífero, terrestre, aéreo; ser elemental, partícipe del banquete misterioso que nadie menciona por no caer en el olvido, en la masa círcular que redondea la vida.
Tomo tu mano y te guío hasta mi casa, donde se encuentra mi almohada, donde yace la última flor que te regalé hace más de dos años. Encuentro maneras de jugar contigo antes de hacer la guerra y conquistarte, tomarte mientras río, mientras te ahogo. Me alargo, me vuelvo tu clima, me transformo en tu pensamiento, en tus palabras. Que necesidad la mia de poder tenerte un poco más de tiempo. Suspiro profundo en el óceano de tu aliento, en la estrella de tu universo, en la frontera de tu salida.
Después todo pasa sin movimientos, cerramos los ojos, volvemos tras quedar dormidos, nos perdemos en los sueños, en esos manifiestos que hablan de ritos. Te doy mi sangre en un vaso, la bebes, me escupes como señal de que he triunfado. Y decimos de esas palabras que todos dicen, de las que tantas burlas nuestras antes causaron.
¡Qué bello día! Hoy me doy cuenta que quiero tenerte conmigo.

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