domingo, julio 17, 2005

La guerra de los conquistados

Caminando entre la penumbra de la neblina, entre grandes valles, a las orillas de los bosques, cerca de los cerros más altos. El caminar de los guerreros, sus pasos cimbraban la tierra, los tambores al compás explotaban en primitivos sonidos bélicos. El olor a la mañana, a la brisa, a la tierra húmeda, a la piel y a la madera. Escudos adornados con plumas finas, cubrían sus brazos, al frente la casa de los dardos, atrás la casa de las lanzas, en la orillas la casa de los escudos. Los grandes señorios estaban ahí viendo, esperando, planeando como quien juega con soldados de palo.
Un cuerno, y después el silencio. Luego a lo lejos se escuchaban cantos, acercándose, poderosos pasos, sus casas también presentes, sus dioses también mirando, lado a lado, junto a nosotros los pueblos se unían a esperar.
De repente, los truenos, los venados corriendo, los bárbaros con armaduras plateadas de materiales más duros que la piedra se acercaban, sus lanzas, sus espadas, sus cascos más resistentes, las máquinas de fuego, los gritos e insultos que decían.
El sol aparece, suena el cuerno, las casas se lanzan a la batalla, todos valientes, todos guerreros, todos mexicanos, la primera casta de ellos, los primeros que conocieron la identidad, los que se nombraron un mismo pueblo. Muriendo por no ser conquistados.
Los bárbaros vienen con aquellos que nos traicionaron, los traidores de Tlaxcala, los traidores de las costas, los traidores que se entregaron. Sangre, golpes, gritos y gemidos, escudos rotos, lanzas rotas, dardos en el suelo.
De repente a lo lejos se da el grito de un Dios, un guerrero, es Axayacátl que ha regresado de Mictlán, ha tomado el cuerpo de nuestro capitán, de nuestro gran gobernante Cuahutémoc, el primo de Motecuzoma el emperador derrotado.
Los bárbaros lo ven y huyen, un millón parecen sólo tres centenares; el retorno del emperador vuelve feroces a los guerreros, unos cuantos escudos, un puñado de lanzas y pocos dardos se convierten en los más grandes del campo. ¿Quién triunfará?
Los bárbaros que vienen con un Dios prestado, con una guerra falsa, con mitos en sus libros, con sangre en sus manos o el pueblo de los mil sacrificios, de la muerte y renacimientos de las estrellas, el pueblo de los dioses propios, de los dioses que por nosotros se sacrificaron, quién pues tiene mayores méritos. El pueblo de bárbaros o el pueblo de los cien años.

1 comentario:

Abe dijo...

A veces me gustaría sentir esa magía por aquel méxico, pero me siento ajeno...